Un negocio redondo. El café es la segunda mercancía que más se comercializa en el mundo, solo por detrás del petróleo. Se calcula que unos 125 millones de personas viven en el mundo del café y que su industria mueve unos 67.000 millones de euros cada año. La bebida se ha convertido en un motor de desarrollo económico de algunos países, como Vietnam, el segundo productor mundial, tras Brasil, y en un símbolo del país, como en Colombia. Los cambios del mercado son especialmente sensibles para este producto, ya que las decisiones que hoy tomen los agricultores sobre las variedades que siembran tendrán sus consecuencias muchos meses después, cuando esté listo el grano. ¿Bueno o malo para la salud? Es la pregunta del millón. Quienes defienden su consumo destacan su valor como antioxidante, sus propiedades contra el dolor de cabeza e incluso que favorece la longevidad. En su contra se argumenta que puede alterar el sueño, que puede aumentar el riesgo de padecer enfermedades cardiac
Lima y otras ciudades del Perú viven el café como no lo ha hecho nunca en su historia. El café es la nueva tendencia y muestra sus señas de identidad en las calles de la capital. Los negocios especializados —tostado, venta y servicio de café— se multiplican en distritos como Barranco, Miraflores y San Isidro, arrastrados por el entusiasmo de un grupo de jóvenes y aguerridos profesionales. Son baristas de nuevo cuño, volcados en obtener las mejores prestaciones de cada variedad y cada tostado a través de preparaciones que trascienden al manido café exprés. El fenómeno crece y las producciones de calidad se asoman ya a un buen número de restaurantes. No a todos. Algunos de los restaurantes más nombrados de la movida gastronómica peruana viven el contrasentido de pregonar su peruanidad mientras siguen comprometidos con las grandes marcas de café colombianas e italianas; les pagan la cafetera. La contradicción también anida en las cocinas emergentes. El éxito en la calle viene de